Educar para la resiliencia

Educar para la resiliencia

Objetivo es brindar información sobre el concepto, cómo se define, quién posee esta capacidad, cómo se desarrolla y qué se puede llevar a cabo

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¡Felices fiestas!

Al compartir las delicias, gozos y reflexiones de estas fiestas, queremos señalarles que:

Queda prohibido

Queda prohibido llorar sin aprender,

levantarte un día sin saber qué hacer,

tener miedo a tus recuerdos…

Queda prohibido no sonreír a los problemas,

no luchar por lo que quieres,

abandonarlo todo por miedo,

no convertir en realidad tus sueños…

Queda prohibido no intentar comprender

a las personas,

pensar que su vidas valen menos que la tuya,

no saber que cada uno tiene su cada uno tiene su camino y dicha…

Queda prohibido no crear tu historia,

no tener un momento para la gente que te necesita,

no comprender que lo que la vida te da también te lo quita…

Queda prohibido no buscar tu felicidad,

no vivir tu vida con una actitud positiva,

no pensar en que podemos ser mejores,

no sentir que sin ti este mundo no sería igual…

Pablo Neruda

Vol.: 07, 2014/42

Calidad Educativa Consultores S. C., te envía el artículo del mes de diciembre con motivo de la Navidad:  “Educar para resiliencia” cuyo objetivo es brindar información sobre el concepto, cómo se define, quién posee esta capacidad, cómo se desarrolla y qué se puede llevar a cabo en el aula para impulsarla. Lo anterior porque consideramos que esta es una competencia central a desarrollar en nuestro país y que en esta época de fiestas por naturaleza profundas resulta idónea para reflexionar.

Este documento es gratuito y se puede distribuir de manera libre siempre y cuando se cite la fuente y se reproduzca respetando la intención original de la autora.

Educar para la resiliencia

Dra. Laura Frade Rubio

El origen del concepto de resiliencia

La resiliencia es la capacidad que tiene un objeto, material, sujeto, sociedad, organización o incluso una nación para superar los eventos adversos que se presentan en la vida, es decir para regresar a la normalidad después de que éstos han sucedido. En realidad es una competencia que no todas estas entidades poseen, de hecho algunas lo hacen mejor que otras y que en concreto en los seres humanos se traduce como la capacidad para responder a las expectativas culturales en el desarrollo a lo largo de la vida en los contextos de dificultad adaptándose a los cambios por más nefastos que éstos sean.

Según el Instituto Torrens para la Resiliencia de Australia, el término fue acuñado en el Siglo XVII retomando la palabra latina resilere que significa retroceder o rebotar. Existe evidencia que el término se introdujo en 1818 por el Ingeniero Thomas Tregold para describir una propiedad de la madera explicando que existen ciertos tipos que aguantan cargas más severas sin romperse. Décadas después Robert Mallet descubrió que el término se refiere a la comparación entre los materiales de construcción, desarrollando la medida de resiliencia como una forma de evaluar la capacidad de los materiales para aguantar condiciones severas. En 1973 Buzz Crawford introdujo el término en la ecología y en la teoría de los sistemas identificándolo como la capacidad de los ecosistemas para mantenerse y conservarse incluso a partir de las modificaciones y los cambios (McAslan, 2010).

En los últimos 20 años se ha utilizado en varias disciplinas como la filosofía, la psicología, la educación, la sociología y además se aplica en el diseño de políticas públicas, incluso algunos gobiernos como el Reino Unido han escrito leyes de contingencia tomando en cuenta este concepto, además de que varias universidades del mundo han creado instituciones, programas de investigación, escuelas y centros de capacitación para impulsar que tanto los individuos como las instituciones desarrollen esta capacidad.

En términos de las investigaciones realizadas a nivel de la resiliencia en los seres humanos metodológicamente existen dos modelos, el que se concreta en investigar los factores y variables que contribuyen a su desarrollo, y el que busca examinar a las personas que la tienen o se caracterizan por un alto grado de la misma en comparación con las que no la poseen, siendo los dos polos que determinan las discusiones sobre cómo se desarrolla: si a partir de que existen elementos externos que la afectan, disminuyen o acrecientan, o si las personas ya la poseen como un rasgo característico, como cualidad inherente a ellos y ellas.

En general, se ha llegado a la conclusión de que ambos extremos se articulan en su promoción y que se deben crear modelos de intervención que consideren ambos aspectos. Sin embargo cabe la pregunta: ¿qué tan importante resulta promoverla en el aula y qué se debería hacer para desarrollarla? El presente artículo parte de la tesis de que la resiliencia es una capacidad fundamental en el ser humano para lograr una adaptación al medio ambiente frente a la adversidad, es una competencia en sí misma que debería ser desarrollada en los procesos educativos, es decir que es educable.

La importancia de la resiliencia

Si la resiliencia juega un papel tan importante en la superación de la adversidad, tanto en los objetos que la muestran como la madera que resiste un doblez, un labrado extraordinario, el diamante que a pesar de ser tallado continuamente no se rompe, como los individuos que teniendo una severa discapacidad como Nick Vujicic, que al no contar con brazos y piernas desde su nacimiento ha salido adelante convirtiéndose en un gran orador motivacional, nadador, y profesional ya que además terminó sus estudios a los 21 años de edad a nivel licenciatura en planificación financiera, entonces es una capacidad que deberíamos tener en cuenta como uno de los ejes a considerar en todo proceso educativo. 

Más aún, incluso las instituciones y las naciones poseen esta capacidad cuando se superan y viven extraordinariamente bien a pesar de las dificultades o las guerras como demuestran los casos de Japón y  Alemania después de la Segunda Guerra Mundial.

Cabe destacar el caso del primero, Japón perdió el 44% de su territorio y muchas de sus ciudades y fábricas fueron destruidas durante los bombardeos, además seis millones de soldados y civiles fueron repatriados a Japón al término de la guerra con lo que se dio una escasez en cuanto a los alimentos disponibles. Más aún, el 40% de Osaka y Nagoya, así como el 50% de Tokio, Kobe y Yokohama y el 90% de Aomori fue destruido por los bombardeos. Esto sin considerar la completa destrucción de las ciudades de Hiroshima (6 de Agosto) en la cual murieron entre 130,000 y 200,000 personas y Nagasaki (9 de Agosto) ocasionando la muerte de entre 80,000 y 100,000 personas (Celaya, 2009).

Es decir que para 1945 Japón se encontraba en pésimas condiciones tanto económicas, como políticas, sociales, y aún ambientales dada la guerra y las bombas atómicas, sin embargo, para 1960 inicia un repunte de su economía que sobresale en comparación con el resto de los países que habían pasado por el mismo evento en su propio territorio, lo que se demuestra en la siguiente gráfica sobre el comportamiento del producto interno bruto de las principales economías del mundo:

Desarrollo económico de los países que participaron en la II Guerra Mundial. De acuerdo con esta información a excepción de Estados Unidos que fue el gran ganador de la Guerra, Japón se levanto prácticamente de la nada, siendo que para 1973 su economía se encontraba en franca recuperación y para el año 1995, era ya una de las mejores. Es decir que Japón es un país fuertemente resiliente. Por tanto podemos destacar que la resiliencia

impacta el desarrollo personal, familiar, social, cultural, económico y aún político de los sujetos y de las naciones.

Características de los objetos y sujetos resilientes

La resiliencia es entonces una capacidad de los seres del universo, pero no todos los objetos y/o sujetos e instituciones la poseen en la misma calidad y cantidad. Cabe la pregunta: ¿cuáles son las características de algo o alguien que es resiliente? Las investigaciones actuales señalan que los objetos resilientes cuentan con las siguientes:

1. Flexibilidad: capacidad o comportamiento que consiste en ser “doblado” con facilidad sin romperse, cediendo un poco pero sin perder la esencia y la estructura de lo que se es.

2. Adaptabilidad: potencial para cambiar ajustándose a las nuevas demandas y necesidades que se presentan sin que esto signifique pérdida, un gran estrés o sufrimiento por hacerlo.

3. Cohesión molecular que genera la voluntad del objeto para mantenerse, aguantar,  y preservarse a pesar de los cambios o impactos que se reciban.

Mientras que los sujetos resilientes se caracterizan porque además de contar con las tres anteriores poseen las siguientes:

1. Fuerza de voluntad: habilidad hacer algo, en pocas palabras las ganas para lograr las metas y objetivos a pesar de que estos no sean fáciles de alcanzar, estableciendo la meta de corto, mediano y largo plazo sin caer en “tentaciones”, salidas fáciles o bien perderse haciendo otras cosas.

2. Persistencia: capacidad relacionada a la anterior que consiste en continuar a pesar de que lo que suceda externamente sea devastador, atente contra el propio objeto o sujeto, o incluso sea aburrido, es decir que uno puede tener voluntad de hacer algo, pero no persistencia para lograrlo hasta el final cuando se pone difícil.

3. Motivación y deseo de vivir, de conservarse, de hacer las cosas que es la habilidad para identificar que lo más importante pese a todo es la sobrevivencia, la continuación de uno mismo, de su ser, de su especie, de interesarse por lo que sucede, resolviéndolo y enfrentándolo. 

4. Anticipación y preparación: habilidades para visualizar qué es lo que puede pasar y prevenirlo mediante una respuesta propia que identifica qué cambios resultan convenientes. 

5. Capacidad cognitiva que le permite planear, idear, razonar y evaluar estrategias, es decir un IQ de cierto nivel que permita razonar frente a los cambios del contexto.

6. Habilidades metacognitivas que le permiten evaluar su propia cognición, sentimientos, emociones y desempeño en el ambiente.

7. Alto autoconcepto y creencia en las posibilidades de uno/a mismo/a.

8. Optimismo: potencial para identificar los elementos positivos sobre los negativos, lo bueno sobre lo malo, la ventaja sobre la desventaja.

9. Autoexigencia: la capacidad para ser mejores de lo que el ambiente exige, superando lo que se enfrenta.

Las primeras 3 características se pueden encontrar en los objetos y en los animales, es decir una buena barra de hierro puede poseer las cualidades de ser flexible, adaptable y contar con la cohesión orgánica que le permita “no doblarse”, mientras que un león o murciélago también han sobrevivido en el medio para continuar como especie. No obstante, las 9 siguientes son sólo capacidades el ser humano y  son funciones ejecutivas, es decir son capacidades neuropsicológicas que se encuentran localizadas en los prefrontales del cerebro (exactamente detrás de la frente) y conllevan a un comportamiento concreto, de hecho son adaptativas por naturaleza y regulan el desempeño del sujeto frente al contexto que enfrenta.

Existen dos tipos de funciones ejecutivas: las racionales propiamente dichas y las afectivas o emocionales:

Funciones ejecutivas racionalesFunciones ejecutivas emocionales
-Elección del estímulo  
-Toma de decisiones frente al mismo
-Planeación de lo que se hará con él
-Autoregulación de la misma  
-Evaluación de lo que se hace para corregir los errores en el proceso y en el resultado (metacognición)
-Anticipación de lo que sigue cuando se ha terminado -Flexibilidad para cambiar de acción o tarea si es necesario
-Priorización de la información relevante para actuar  
-Motivación
-Iniciativa
-Voluntad
-Autocontrol de los sentimientos y emociones que emergen en el proceso de planeación y de ejecución
-Evaluación de los sentimientos y emociones -Comprensión de los códigos gestuales y emocionales de los otros
-Empatía
-Administración de las emociones, decisión de cuándo, cómo y dónde se expresan.
-Persistencia en la tarea a pesar de la dificultad
-Autoexigencia

Estas funciones no las tienen los animales, sólo los seres humanos, de hecho son una manifestación concreta de nuestra diferencia en términos evolutivos, ya que los primeros homínidos no tenían prefrontales, es decir no tenían la capacidad de llevar a cabo procesos de planeación de la acción compleja. Este funcionamiento es la cúspide del desempeño, es decir que las personas competentes son aquellas que cuentan con un alto funcionamiento ejecutivo.}

No obstante, no todos los sujetos son resilientes aunque sean por ejemplo muy racionales, concreten sus planes y los lleven a cabo, puesto que lo importante no es sólo ser “inteligente y hacer las cosas bien”, sino superar la dificultad, es decir que es la articulación efectiva y eficiente del conjunto de todas ellas, de ambos tipos de funciones: racionales y afectivas, lo que lleva a los sujetos a ser altamente resilientes esto implica que, además de contar con un gran número de neuronas en ambos lados de los prefrontales es necesario poseer una red neuronal que las conecte de manera eficiente y efectiva, lo que se genera en un ambiente que estimula, promueve y permite las conexiones entre las mismas para impulsar una alta relación entre la capacidad racional y la capacidad afectiva, es decir una cohesión dialógica entre ambas, sin separación, sino que una lleva a la otra y viceversa.

En suma las características de la resiliencia emanan de la capacidad cerebral en su conjunto en los seres humanos.

Desarrollo de la resiliencia

Durante algún tiempo se pensó que los sujetos resilientes poseían características únicas que los hacían diferentes del resto, sin embargo actualmente se identifica que esto no necesariamente es cierto sino que existen múltiples variables y factores que pueden afectar que un sujeto desarrolle o no está capacidad, y si bien el sujeto y sus cualidades tienen mucho que ver, también lo es la interacción que realiza con el ambiente y lo que éste hace con él, es decir que la resiliencia aparece como un fenómeno que emerge también de los procesos ordinarios de adaptación más que de las cualidades excepcionales que se posean.

Cabe la pregunta, ¿cómo se desarrolla la resiliencia, de qué factores y variables depende en los seres humanos? Desde el punto de vista del sujeto que la posee, esta capacidad emana tanto de las características individuales: el temperamento, la personalidad, el IQ que se posea, los gustos, preferencias y decisiones que tomen, lo que incluso puede llegar a ser genético, pero además también surge del medio en el que se desarrolla y que le provee de los siguientes elementos: una relación con los padres y madres que se caracteriza por ser efectiva y competente, es decir coadyuva a su desarrollo, a la creación de un sano autoconcepto mismo que se caracteriza por la observación tanto de las propias cualidades que al ser reconocidas como tales le brindan la confianza para salir adelante y superarse; como de los propios defectos y desventajas que implican un reconocimiento inicial de su existencia, para después establecer cómo se sobrepone a las mismas.

Lo anterior no necesariamente implica que los padres y madres sean factores causales totales, sino que el sujeto y sus características también impactan la relación, es decir que lo que ellos sean o hagan genera también la respuesta que se les brinda, estableciendo así una conexión recursiva que es interactiva entre quién es cuidado y quién cuida, en donde cada parte interacciona y retroacciona con la otra. Por ejemplo un niño que hace muchos berrinches por su temperamento generará un tipo de relación distinta a otro que es mucho más tranquilo.

Es decir que la resiliencia como capacidad resulta de una serie de factores que al conjugarse la impulsan: la conexión que se establezca con adultos con los que se crece, entre ellos los padres, madres, maestros y comunidad, pero además, el desarrollo de las habilidades de autoregulación y autocontrol,  un autoconcepto sano y de la motivación; pero también de lo que haga el sujeto en el ambiente que impacta a ambos de manera positiva, es decir lo que se hace debe ser observado como positivo por el individuo para que al identificar esto se logre una relación recursiva entre él y la acción que realiza, por ejemplo si se puede superar algo esto contribuirá a crear las condiciones para volver a hacerlo.

Características de las organizaciones y naciones resilientes

Si la resiliencia es una capacidad que depende de la interacción entre la entidad (sujeto y/o objeto) que la despliega, el medio en el que se encuentra y la tarea que se realiza, la pregunta es: ¿cuáles son los factores que promueven la resiliencia de una organización, de una nación de un país? En general, las investigaciones demuestran que son las siguientes:

La cohesión y participación activa de entre sus miembros, es decir todos y todas se proponen salir adelante juntos, y lo hacen porque cuentan con acuerdos y consensos en los que demuestran que tienen voluntad para cumplirlos.

Un liderazgo que cuenta con la visión, creencia y convicción de que su nación puede salir adelante y que por tanto la dirija al éxito.

Un cuerpo normativo que incluye una legislación que todos y todas respetan.

Planes de corto, mediano y largo plazo que han sido consensados por sus miembros y que emergen de la cohesión interna.

Una cultura que norma el desempeño de sus ciudadanos.

La capacidad adaptativa a los cambios que se generaron por las situaciones de conflicto y estrés haciendo las modificaciones necesarias que les permiten salir adelante.

La autodisciplina necesaria para regular el comportamiento colectivo, lo que implica la realización de sacrificios personales para lograr el beneficio de todos y todas, lo que conlleva el cumplimiento de las obligaciones legales, fiscales, y otras.

Tal vez de todas ellas, la más importante sea la cohesión interna, ya que es a partir de ésta que todas las demás se construyen, puesto que no puede haber liderazgo, consensos legislativos, una cultura, procesos de sacrificio personal en beneficio de la colectividad sin una unión de los miembros que lo permita, lo aliente e incentive a la vez que limite el individualismo que no lleva a que un crecimiento conjunto.

Si hacemos una comparación entre las características de la resiliencia de los objetos, de los sujetos y de las naciones, podemos observar que lo que tienen estos tres tipos de resiliencia es:

1. La cohesión orgánica que permite que la entidad actúe al unísono.

2. La flexibilidad para doblarse sin dejar de mirar la meta: conservarse en óptimas condiciones en cualquier contexto, lo que implica la persistencia. 

3. La adaptabilidad a los contextos modificándose para responder a los mismos, lo que implica una evaluación constante de lo que se hace, cómo se hace y si esto responde o no a las exigencias del ambiente.

4. La autodisciplina, lo que incluye el autocontrol, y la autoregulación, como capacidades regulatorias del propio ser que pospone su propio deseo o necesidad frente lo que se necesita hacer.

5. La autoexigencia, es decir la capacidad de pedirse más a si mismo, más de lo que el ambiente exige.

Es decir que estos cinco elementos son los más importantes en la resiliencia como capacidad universal, sin embargo, aunque estos sean inherentes a objetos, sujetos y organizaciones sociales, los ejemplos de resiliencia que se observan en los casos particulares de los seres humanos conllevan a identificar que ésta emana de las capacidades cerebrales con las que contamos y que por tanto se puede desarrollar a lo largo de la vida gracias a la plasticidad cerebral, es decir al potencial que tenemos para llevar cambios en este órgano frente a las modificaciones internas y externas que se generan; de hecho podemos afirmar que ésta es la base biológica y constitutiva de la resiliencia. 

Ejemplos como Nick Vujicik y aún el de Hellen Keller nos demuestran que si bien el sujeto posee ciertas cualidades que lo ayudan a seguir adelante como su fuerza de voluntad, temperamento, persistencia, motivación y todas las demás anteriormente mencionadas, es la interacción con los adultos que los criaron, los padres en el caso del primero, y la maestra Ann Sullivan en el caso de la segunda, los que tuvieron un impacto definitivo en la vida de ambos puesto que llevaron a cabo las mediaciones necesarias para que aprendieran a creer, confiar y valerse por sí mismos a pesar de las adversidades. Además, la cultura como tal tiene un impacto en el desarrollo de la misma, como lo demuestra el caso japonés que da cuenta con todas las características de resiliencia nacional antes mencionadas cuando emerge airoso de la devastación llegando a ser una de las 8 potencias del mundo, incluso ahora después del accidente de Fukushima.

Un ejemplo de cómo una nación se cohesiona para salir adelante se encuentra también en los procesos de educación japonesa actual en los que identifican que, dadas las condiciones de las islas, de su territorio, el futuro globalizador del mundo y sus recursos, los niños y niñas están siendo educados para ser japoneses fuera de Japón, preparándolos en el aprendizaje de varios idiomas, impulsando la aceptación y tolerancia de la diversidad cultural e impulsando el desarrollo de sus capacidades tecnológicas en el uso de los recursos naturales en cualquier contexto o condición, y aunque podemos hacer un juicio negativo de sus actividades de caza de ballenas con la industrialización en el mismo sitio en que las cazan, es decir que en el mismo barco se lleva a cabo el proceso para utilizar todo el recurso que cada una provee, la realidad es que muestran un claro ejemplo de lo que es un pueblo resiliente.

Si es cierto que tal vez, esa resiliencia llega a ser asfixiante, tal y como lo de demuestra el hecho de que existe la “karoshi”, el concepto japonés que reconoce la muerte generada por exceso de trabajo por infartos cardiovasculares o cerebrales, bien pudiéramos aprender tanto de sus aciertos como de sus errores. 

Tomando en cuenta lo anterior la resiliencia como capacidad compleja: física, biológica, social y cultural puede ser potencializada mediante los procesos educativos, es decir la resiliencia es educable.

¿Cómo se puede potencializar la resiliencia en los procesos educativos?

Si la articulación de ambos tipos de funcionamiento ejecutivo, se genera por un ambiente familiar y social que permita la articulación de la capacidad racional y la afectiva, entonces tendríamos que estar impulsando procesos de aprendizaje que visualicen ambas dimensiones en una relación, interacción y retroacción constante, dejando de lado la creencia de que sólo por el desarrollo cognitivo de los sujetos se logra el aprendizaje, visualizando que la  resiliencia como capacidad para salir adelante frente a las condiciones adversas incluye la articulación de todas las dimensiones de lo humano.

Esto tendría implicaciones serias en el aula, porque a la fecha, el valor más importante sigue siendo la construcción y la transmisión del conocimiento, en lugar de impulsar el desarrollo de las capacidades que tiene los sujetos, mismas que si bien son diferentes entre los mismos, siempre cuentan con un gran potencial, es decir se desarrollan por la acción y ejecución de las mismas.

Lo anterior trae como consecuencia la necesidad de eliminar ciertos mitos en los procesos educativos:

1. Que la razón es independiente de la emoción, siendo que nadie puede pensar sin emociones.

2. Que la capacidad de autoregulación de un sujeto sólo se genera mediante la comprensión y asimilación de las normas, cuando también se impulsa cuando los  individuos cuentan con incentivos que les permiten regular sus emociones para alcanzarlos.

3. Que la exigencia mínima conlleva al éxito, cuando en realidad las personas competentes se forman por el enfrentamiento directo de una dificultad asequible, es decir ni tan grande que no se pueda resolver ni tan pequeña que resulte demasiado fácil y por tanto engañosa de la propia capacidad.

4. Qué si los sujetos conocen, saben mucho y aprenden serán adelante en la vida, cuando si bien es cierto que es importante conocer, también lo es hacer algo con ello, y al hacerlo descubrir la propia capacidad, el gusto que emerge de llevar a la vida ideas, proyectos, e iniciativas que emergen de hacer uso de ese saber en acciones que contribuyan a la sociedad generando la cohesión necesaria al ser parte de la misma por la simple acción de contribuir.

5. Que la aportación propia a la sociedad es el saber, analizar, criticar, decir qué falta, cuando la verdadera aportación se encuentra en hacer, crear, proponer y al hacerlo cohesionar.

 ¿Cómo se concreta lo anterior?

Diseñando procesos educativos interesantes, que se concreten en proyectos y en la resolución de problemas, casos y dificultades que al incluir retos asequibles a la capacidad de los sujetos los lleven a descubrir que sólo cuando se enfrenta la adversidad mediante el uso de las propias capacidades cognitivas y afectivas, se sale adelante, evitando así la evasión, creando la resistencia necesaria para no ceder frente a los desafíos. Esta es la importancia de realizar situaciones didácticas en el aula, dejando atrás la enseñanza tradicional que sólo se concentra en propósitos y actividades de aprendizaje del conocimiento que aunque sean interesantes y logren el pensamiento crítico, no llevan a modificar el ambiente en el que se vive; porque finalmente la resiliencia es una capacidad mutuamente transformadora, es decir el sujeto que la desarrolla sale adelante en el ambiente porque es capaz de modificarse en un contexto adverso, pero el sujeto también cambia lo que se encuentra alrededor del sí para lograrlo. Esto es el prefijo del paradigma complejo de Edgar Morin, el “re”, que mencionaba en el segundo tomo de El Método, La vida de la vida, porque todo en la vida se reorganiza, se repite, recomienza, refuerza, reúne, renueva, regenera, es recursivo, vuelve a sí al mismo tiempo que sale de sí en un entorno que lo impacta… (Morin, 1983).

Conclusiones

En un país como el nuestro, al término de un año lleno de conflictos graves, de desesperación, desesperanza, coraje y desafío, tendríamos que preguntarnos: ¿qué tan resilientes somos como personas, como sociedad, como nación?, ¿con qué características resilientes contamos?, ¿con cuáles no?, ¿cómo las adquirimos?

Si bien es cierto que si alguien nos midiera la resiliencia nacional encontraría muchos faltantes, también lo es que una esperanza se abre cuando vemos al pasado, a nuestra historia y observamos cómo hemos enfrentado las crisis, como lo fue el caso del terremoto del 85 o de  los huracanes devastadores, en los que la sociedad mexicana ha demostrado la cohesión necesaria para salir adelante.

Por lo tanto, es necesario concluir que de todas las características de la resiliencia, la base de todas ellas es la cohesión, la cohesión orgánica en un objeto para no doblarse y resistir, la cohesión entre la capacidad cognitiva y afectiva en los sujetos para razonar al mismo tiempo en que se regulan las emociones superando lo que se enfrenta, la cohesión entre los miembros de una sociedad que les permite construirse juntos. Por tanto, tendríamos que comenzar a trabajar sobre nuestra propia cohesión interna para superar lo que estamos enfrentando actualmente.

El problema se encuentra cuando la cohesión se rompe por la corrupción de los miembros, es decir cuando frente al contexto adverso, algunos no se doblan sino que se rompen, es decir pierden la resiliencia, lo que cruza todas las capas de nuestra sociedad, emerge como un cáncer que crece y que ha llegado a permitir casos como el de Ayotizinapa. Sin embargo, esto no puede ser visto sólo como el quiebre de nuestra resiliencia, lo que nos ha roto que es al fin y al cabo un fenómeno colectivo, sino más bien como la oportunidad para determinar que esto sólo demuestra que no contábamos con la resiliencia necesaria desde el principio y que por lo tanto esta debe ser promovida a toda costa, y en este sentido la escuela, la educación debería ser el eje de la misma.

Más aún, a la hora de identificar las competencias que requiere nuestro país en un plan de estudios, como lo sería: “Aprender a aprender, o Aprender a convivir” (SEP, 2014), o bien: “Resolver problemas de manera autónoma” (SEP, 2011), deberíamos establecer además: la resiliencia.

En este fin de año deberíamos reflexionar (otra vez el “re” de Morin), sobre la construcción de un sujeto y una sociedad resiliente, que enfrenta la diversidad por la superación de esta modificándose a sí misma concurrentemente en qué se modifica por el contexto.

Referencias

Celaya, Roberto. 2009. El éxito japonés después de 1945, Oocities.org, Geocities.org.

Frade Laura, 2014, Aprender desde el cerebro, Mediación de Calidad S. A. De C. V., México, D. F.

Masten Ann, Ordinary Magic, Resilence Proceses in Development, American Psychologyst, Vol. 56 No. 3, 227-228.

McAslan Alastair, 2010. The concept of resilence, Understanding the Origins, Meaning and Utility, The Torrens Resilience Institute, Adelaide, Australia.

Morin Edgar, 1986. La vida de la vida, El Método, Editorial Cátedra, Madrid, España.

Secretaría de Educación Pública, 2011. Acuerdo No. 592 por el que se articula la educación básica, SEP, México. D. F.

Secretaría de Educación Pública, 2011. Acuerdo No. 717, por el que se emiten los lineamientos para formular los Programas de Gestión Escolar, SEP, México. D. F.

Páginas web citadas, recuperadas a: Diciembre del 2014

http://www.torrensresilience.org

Consejos prácticos para el desarrollo de la resiliencia en el aula

1. Establece retos difíciles pero asequibles de manera que los estudiantes aprendan que frente a la dificultad lo importante es enfrentarla y superarla.

2. Premia la resolución de los problemas, la creación de proyectos e iniciativas, pero también el esfuerzo realizado mediante el reconocimiento de la capacidad demostrada y de la dificultad que ha sido superada.

3. Contribuye a la construcción un alto autoconcepto en tus estudiantes al reconocer en hechos que demuestran la capacidad de respuesta y resolución, no al alabar cualidades subjetivas que sólo adulan pero no coadyuvan a que los niños y niñas descubran que pueden hacer y superar las cosas, como cuando se les dice que son lindos, o bien portados, sino más bien haciendo mención del problema o dificultad vencida.

4. Otorga incentivos placenteros cuando enfrenten la adversidad, mismos que no son dulces, dinero incluso puntos, sino tiempo libre, tiempo con los amigos, actividades de entretenimiento colectivo, juegos, es decir que contribuyan a construir la idea de que cuando se supera el reto se contribuye a la cohesión interna.

5. Retroalimenta el error, es decir identifica que en qué se están equivocando los estudiantes tratando de que ellos y ellas mismas sean los que encuentran cuál es, dónde está y cómo es, esto los ayudará a desarrollar su capacidad metacognitiva al mismo tiempo en que se impulsa su resiliencia para superarlo.

6. No resuelvas en lugar de ellos o ellas, deja que lo hagan solos, como decía María Montessori: “Nunca hagas por un niño/a lo que puede hacer por él mismo/a”, y agrego: Sino puede media, construye los andamiajes o puentes necesarios para que lo logren.

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