Vol.: 4, 2011/21
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En este número abordamos la necesidad de construir una cultura de aprendizaje en la que se adopten nuevas relaciones y nuevas maneras de comprender y entender el conocimiento de manera que adoptemos ciertas estrategias que nos lleven a aprender de manera constante.
Este documento es gratuito y se puede distribuir de manera libre siempre y cuando se cite la fuente y se reproduzca respetando la intención original de la autora.
Hacia la construcción de una cultura de aprendizaje
Dra. Laura Frade Rubio (R)
No sé en qué momento de la historia viva, de la actual, de la que hemos construido en los últimos años o de la que estamos construyendo ahora, podemos empezar a hablar de la cultura pasada y de la cultura que necesitamos construir para el futuro. Es decir, en qué momento, qué hito, qué hecho marcó profundamente una modificación tanto en la construcción del conocimiento, como en su adquisición y por lo tanto en la forma en que se hereda a las nuevas generaciones. Sin ser una experta creo que lo que cambió fundamentalmente esto fueron dos hechos: la globalización y con ella a aparición del Internet así como su uso cada vez más masivo, ya no por expertos y por universidades sino por el común de la gente, por las amas de casa y hasta por los niños y niñas que hoy saben más de esto que los adultos en muchos casos.
¿Qué cambió con el Internet? Además de la posibilidad de comunicarnos de manera rápida entre unos y otros, de buscar información y encontrarla en cuestión de segundos, o bien de subirla y darla a conocer de México a China y de Alaska a Chile, creo que el impacto más profundo se encuentra en que el conocimiento se produce, distribuye y modifica a la velocidad de la luz por todo el planeta. Es decir que un gran científico puede producir información sobre algo nuevo y contundente, léase una enfermedad, asunto que en segundos es leído a miles de kilómetros de distancia, para luego impactar la vida de esa persona de manera determinante. Lo que esto implica es que un experto en un tema determinado ya no puede jactarse de exclusividad y pensar que lo sabe todo, que conoce mucho, que cuenta con una basta cultura, o bien que es parte de esa pequeña elite en la que unos saben más que otros. Así un paciente puede llegar con su propio médico con un montón de artículos científicos sobre su propio padecimiento mismos que tal vez éste no conozca, un alumno puede contradecir a un maestro sobre la base de algo que leyó en el Internet que dice lo contrario de lo que señala el libro de texto, un niño puede decirle a sus padres que están equivocados sobre un tema porque él ha leído lo contrario y una niña puede movilizar a otro grupo de amigas para resolver el problema de una amiga buscando en las diferentes fuentes que encuentra aún sin ayuda de un adulto. En suma nadie puede saberlo todo.
Esto plantea una modificación profunda en la relación entre el experto, el que conoce, y el que no sabe o no es tan experto, ya sea el maestro con sus estudiantes, o el médico con sus pacientes, o el gobernante con sus gobernados, etcétera. Porque se modifican la relación de poder yo sé y tú no, pero además plantea una inmensa incertidumbre, lo que hoy sé mañana tal vez no sea cierto, o bien sea un paradigma pasado de moda del cual todo el mundo se burla y ve como anticuado y obsoleto.
Frente a esto, los expertos y conocedores, pero también el resto de la población que conoce y aprende tenemos dos caminos: tomar una actitud autoritaria y desconocer el aporte del otro, del que no se considera experto como el alumno, el estudiante, el paciente, el hijo o hija, el ciudadano común, y decirle que no sabe, que lo que dice es incorrecto, que lo que encontró en el Internet no es real, que lo que ha buscado no sirve, más aún que mejor no busque otras alternativas en el Internet, o bien pedir la fuente de información, aprender junto con él otro y desde esa posición que sí le da el ser experto brindar su aportación que seguramente será mucho más conocedora sobre el tema que se aborda. Esto implica cambiar y tener una actitud humilde que parte del principio: no lo sé todo, no lo puedo saber todo, el mundo es mucho más amplio y va mucho más allá de lo que yo puedo saber y conocer y por lo tanto todo el mundo me puede enseñar algo, de todos puedo aprender.
Este paso es algo difícil ya que la sociedad actual se construyó sobre los pilares del autoritarismo en todo sentido, por lo que pasar a un sistema más democrático en el que todos tengan voz y exista una autoridad que regule a la sociedad tomando como base los consensos sociales que se van construyendo es un reto que emerge también con la aparición del Internet. Esto implica no sólo la consideración de una modificación gradual y profunda de los sistemas políticos sino de la cultura misma en la cual estamos insertos, entendiendo por cultura la comprensión, percepción e interpretación del mundo que un grupo y sus miembros hacen sobre los aspectos naturales, sociales, económicos y políticos de su entorno estableciendo para tal efecto procesos adaptativos que se traducen en una serie de costumbres, tradiciones, normas, regulaciones, relaciones, patrones, modelos, paradigmas, valores y productos que les dan una identidad como miembros de dicho grupo y que les dicen cómo comportarse en la vida. La cultura tal y como la UNESCO lo dice:
“…le da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden”. (UNESCO, 1982: Declaración de México)
La cultura entonces no es algo estático puesto que el ser humano, como miembro activo de la misma, reflexiona y modifica lo que quiere cambiar de ella cuando ésta lo requiere. Un gran filósofo del Siglo XX Thomas Kuhn decía que la historia de una sociedad se modifica cuando el paradigma, es decir el modelo o esquema que explicaba el mundo o sus fenómenos, o bien lo que le sucede dentro de éste, ya no es capaz de explicarlo, por lo que emerge un nuevo paradigma que de inicio es rechazado pero que gradualmente va siendo aceptado por el resto de dicha sociedad hasta que se establece como el nuevo modelo o paradigma a seguir de manera que cuando resulta obsoleto es sustituido por otro.
En este sentido, no podemos seguir pensando en la cultura del saber terminado, en donde cuando uno conoce algo ya acabo de hacerlo y por lo tanto se constituye en un experto, dicha cultura debe terminar, porque además se ha establecido sobre el paradigma de una relación de poder en la que se entiende que unos saben y otros no. Lo anterior resulta caduco cuando ya no explica el fenómeno que se presenta cuando aquellos que se supone no saben y cuestionan con cierta base o validez a los que creen que lo saben todo, puesto que los primeros tienen acceso a la información como nunca antes en la historia de la humanidad se había tenido. Por esto, debemos pasar de la cultura del saber terminado a una cultura del aprendizaje en la que se acepta que existen expertos que sí obviamente saben más puesto que quién se ha dedicado por mucho tiempo a un tema en específico poseerá más conocimientos sobre esto que quién no los posee, pero también se acepta que cualquier persona puede aprender por sí misma, adquirir conocimientos que dicho experto no posee y además enseñárselos porque nadie puede saberlo todo, la información es basta, increíblemente grande ya que además ninguna cabeza puede guardarla toda.
En una cultura de aprendizaje entonces se modifica el rol del experto y el rol del que aprende, porque ambos se convierten en estudiantes perennes, no obstante estos estudiantes perennes adquieren matices distintos. Así el estudiante experto puede contar con más conocimientos para brindar una opinión fundada y con argumentos mientras que el estudiante aprendiz puede buscar de manera más libre sin contar con aquellos supuestos que puede tener el experto que a veces resultan falsos y le impiden abrirse a lo nuevo. En el estudiante aprendiz se observa entonces la posibilidad de aprender fresco lo que hace su aportación más fluida, mucho menos sesgada hacia el pasado y mucho más abierta al cambio.
En la cultura de aprendizaje también se modifica el concepto, la idea de que el conocimiento es finito, es decir que una vez que se adquiere ya no se modifica y por lo tanto cuando ya se ha estudiado algo ya se terminó de aprender; de ahí que uno tendría que estar aprendiendo diariamente de manera constante y durante todos los días de su vida, modificando sus propios esquemas, agregando nuevos datos, cuestionando el pasado para dejar que el futuro ingrese sin dejar de tomar en cuenta las lecciones aprendidas por la historia que nos enseña que no “toda moda” es necesariamente es cierta, y que a veces ésta puede ser falaz, no contar con sustentos válidos, y hasta cierto punto también puede ser engañosa. De ahí que el experto pueda discernir con más claridad sí lo que emerge es válido o no, si cuenta con futuro, y si tiene cimientos sólidos.
Una cultura de aprendizaje también se construye cuando aprendemos a preguntar y a buscar las respuestas que nos garantizan que hemos llegado a conocer algo hasta cierto punto, pero también a resolver el problema que contiene. Implica entonces cuestionar los múltiples supuestos que uno trae en la cabeza que se han establecido como paradigmas que a veces son totalmente falsos, pero que se quedan ahí como pilares culturales que sostienen falacias. Como cuando decimos en la escuela que el uso de la memoria es un asunto pasado por ejemplo, o bien cuando los médicos señalan que no es posible que uno tenga cual síntoma porque eso no se presenta normalmente en el padecimiento que se padece sin haberlo estudiado de antemano y también porque alguien inventó una regla que describe el padecimiento con signos y síntomas pero que no encuentra la causa. En una cultura de aprendizaje los supuestos sin base siempre deberán cuestionarse mediante preguntas que lleven a explicar de manera clara aquello que todavía no se explica totalmente, es decir cuando quedan dudas razonables.
Una cultura de aprendizaje también se construye por la adquisición de una cualidad en el pensamiento que se llama flexibilidad, es decir la capacidad que tenemos para modificar nuestros esquemas y conocimientos pasados para aprender otros nuevos, de manera que sí, mediante un análisis bastante racional sobre lo nuevo, podamos dejar el pasado para considerar lo que tenemos que cambiar de manera sabia. Es decir tendríamos que cuestionar nuestras propias resistencias a modificarnos y transformarnos cuando la necesidad de hacerlo está justo enfrente a nosotros.
También una cultura de aprendizaje deberá considerar la superación del pensamiento simple que se caracteriza según Edgar Morin por ser:
– reduccionista, todo se reduce o minimiza en una sola perspectiva de conocimiento, que puede ser biológica o química o física, pero no todas juntas a la vez, – disyuntivo o es decir o es una cosa o es la otra y por lo tanto no pueden ser las dos cosas juntas,
– la abstracción establece una ley general que ignora las partes,
– la causalidad, todo tiene una sola causa y un solo efecto.
Para pasar al pensamiento complejo en el que todo es dialógico, es decir las partes no se excluyen entre sí, una existe porque existe la otra, son complementarias. Todo es recursivo, la causa es efecto y el efecto a su vez causa, de manera que todo es cíclico y no es una línea de pensamiento con un principio y un fin, y finalmente, todo es hologramático, es decir que una pequeña parte puede explicar el todo y el todo puede explicar el funcionamiento de esa pequeña parte (Morin, 1990). Contar con este tipo de pensamiento nos brindaría la posibilidad de aprender siempre porque el pensamiento simple es bastante finito: si todo tiene una sola perspectiva, si sólo se debe elegir entre dos, opciones si sólo existe la causa y el efecto por separado y sin impactarse mutuamente y si existe una ley que lo explica todo; entonces ya terminé de aprender, sólo tengo que tomar decisiones entre dos posibles perspectivas, causas, razones y leyes. En cambio, pensar complejamente me llevará a analizar todo de manera en que no se termine, porque lo dialógico encierra la posibilidad de pensar entre partes que no se excluyen, todo se vuelve recursivo al analizar las múltiples causas y efectos que se impactan mutuamente y generan nuevas causas y nuevos efectos, y lo hologramático al observar que las partes, los sistemas y el todo se relacionan de manera continua, se identifica un impacto que produce nuevos efectos por lo que no puede haber término en el hecho de conocer.
Una cultura de aprendizaje impondría entonces una nueva forma de comprender, percibir e interpretar la realidad en la que se establecieran nuevas relaciones y normas entre sus miembros, en donde aprender es algo valioso en sí mismo, es un valor, y por lo tanto nadie se podría sentir humillado por preguntar o por no saber, o bien por ser el experto y no conocer algo que le ha enseñado el estudiante. Por el contrario en una cultura de aprendizaje aquel que con soberbia señale que lo sabe todo estaría fuera de ella. Dicha cultura impondría entonces una nueva escala de valores en donde lo importante en una discusión no sea ganarle al otro, no sea sentirse más que el otro, aunque puede llegar el momento en que las ideas de uno u otro predominen, sino más bien en la que lo trascendente sea adentrarse en la verdad, en conocer más al objeto de conocimiento que está lleno de información, asunto que se devela sólo a quién la busca de manera sincera. Establecer esto como fin y verdad última le daría su lugar al experto pero también al estudiante que aprende, porque lo importante sería simplemente aprender y conocer más allá de nuestra propia realidad como humanos.
Esto resulta vital en una cultura en donde el mercado se ha vuelto absoluto y la cultura del conocimiento o bien la cultura de aprendizaje pasa a segundo término porque lo
importante hoy ya no es aprender cada día más sino tener cada día más, la búsqueda de la verdad queda supeditada a los intereses que se generan por la economía.
El problema que se plantea entonces es: ¿cómo pasar de la cultura del saber terminado a la cultura de aprendizaje? ¿Cómo crear una cultura de aprendizaje en el Siglo XXI? ¿Cómo dejar los viejos vicios del pasado para encontrar salidas alternas que nos lleven a un mejor futuro?
Pasar de una cultura a la otra pasa por reconocer la necesidad del cambio y por llevar a cabo diferentes estrategias, algunas mencionadas en este artículo, otras dictadas en el mundo de la información digital porque no todo está dicho, pero además tomando en cuenta otras que emergen de lo que cree cada quién y de la consideración de que dicho cambio depende fundamentalmente de aprender a pensar y a relacionarnos entre nosotros de una manera distinta.
Bibliografía
Cole Michael, Psicología de la Cultura, Editorial Morata, Madrid, 2000.
Morín Edgar, Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Argentina, 2008.
UNESCO, Declaración de México sobre las políticas culturales, UNESCO, 1982.
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